Venezuela hoy

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diciembre 12, 2010

"Mátenlos también"

El  comisario Basilio (Luis Posada Carriles) como una cicatriz en la memoria
Mariela Pérez Valenzuela (especial desde Venezuela)
Foto: René Pérez Massola

CARACAS. "Mátenlos también", respondió el comisario Basilio (Luis Posada Carriles) a la pregunta ¿qué hacemos con las mujeres y los niños, jefe?, que le formulara uno de sus hombres, cuando ocupaba un alto cargo en la policía política venezolana (DISIP).
Treinta y cuatro años más tarde, a Brenda y Marlene Esquivel se le humedecen los ojos al recordar la masacre ocurrida en La Victoria, el 3 de junio de 1972, y las torturas y vejaciones que sufrieron en las semanas siguientes
"Él siempre estuvo ahí, dirigiendo la operación, pero en ese momento no sabíamos que era el comisario Basilio. Solo lo supimos -cuenta Brenda Esquivel- al ver su foto (la de Posada), luego de la voladura del avión de Cubana en 1976, y nos percatamos que era el mismo que dio la orden de que nos mataran."

Aquella tarde del 3 de junio de 1972, Brenda no se había recuperado del asesinato, el día anterior, de su compañero Ramón Antonio Álvarez y de otros camaradas, a quienes involucraban en el secuestro de un industrial, cuando cerca de las 4 de la tarde, los carros de la DISIP frenaron aparatosamente frente a su casa en La Victoria.
UN FESTÍN DE MUERTE
Cuando empezaron a disparar, incluso desde un helicóptero, hacia el patio de la casa, estábamos en su interior cuatro hombres, tres niños, Marlene y yo, con ocho meses de embarazo, relata Brenda.
"Ellos nos iban a matar a todos, incluido los niños", asegura esta mujer, quien nunca abandonó la lucha antimperialista y no pierde la esperanza de que algún día se haga justicia, aunque Posada Carriles sea un protegido de George W. Bush.
En su libro Los Caminos del Guerrero, Carriles señala que al escucharse una voz que desde el interior de la casa dijo que había una mujer y un niño "se da permiso para que salga la mujer..."
"¡Mentira!, no se puede esperar más que mentiras de una persona tan falsa", dice Brenda, quien asegura que cuando el esposo de su hermana Marlene pidió la tregua para que salieran los menores y las mujeres, y los gendarmes respondieron que sí, apenas ellas abrieron la puerta, les empezaron a disparar.
"Fue horrible, iban a fusilarnos. Nos pusieron contra la pared, y a uno de los muchachos, que salió con nosotras, lo primero que hicieron fue darle un tiro en la cabeza delante de todos. A los otros tres compañeros los asesinaron en el interior de la casa."
Marlene recuerda que, cuando ella salió de la vivienda, uno de los miembros de la DISIP le gritó que levantara los brazos, y al preguntarle que cómo lo iba a hacer, si sostenía a su hijita, este le dio con la culata del fusil por la espalda, y ella cayó al suelo.
Cuando Posada ordena "mátenlos también" (refiriéndose a las mujeres y a los pequeños) son los vecinos los que los salvan. "Les gritaban ´¡Asesinos, no maten a las mujeres!' Por ellos estamos vivas", agrega.
"Una masacre. Un festín de muerte. Un aparato policial saturado con una ideología y técnica brutales", describía un periódico de la época la masacre de La Victoria.
DÍAS DIFÍCILES
Brenda y Marlene fueron detenidas y trasladadas primero a la comisaría de la Policía Técnica Judicial (PTJ) de La Victoria y luego a una dependencia de la DISIP en Maracay, donde fueron interrogadas y sufrieron torturas físicas y psicológicas.
"A ellos, dice Brenda, nunca les interesó la situación en que nos encontrábamos: yo tenía ocho meses de embarazo y mi hermana acabada de dar a luz."
"Cuando uno de los hombres me pregunta cuántos meses tengo de gestación y le respondo que ocho, se dirige a Posada Carriles y le comenta qué hace conmigo. Acaba con esa semilla antes de que nazca, fue su respuesta. Yo, con 21 años, estaba segura de que me iban a matar, y conmigo, a mi hijo."
"Posada dio la orden, e inmediatamente aquel hombre se volteó, me dio una patada en el vientre y sentí el dolor más grande de mi vida, tanto físico como emocional, al saber que habían matado a mi primer hijo y al de mi compañero, asesinado un día antes".
Aunque se esfuerza por evitarlo, hay lágrimas en los ojos de Brenda: "Empecé a sangrar, y por donde caminaba dejaba una estela de sangre. Cuando mi hermana me ve en esas condiciones, me pregunta: `Gorda ¿qué te hicieron?' y yo, para no angustiarla, le digo, no, no te preocupes, no es nada, pero sentía que mi hijito estaba muerto por orden del comisario Basilio".
Brenda recuerda que más tarde la llevarían a una bañera donde constantemente le introducían la cara y la amenazaban con ahogarla. "Me gritaban que hablara y me preguntaban por el industrial Carlos Domínguez, a quien ellos pensaban que teníamos secuestrado en la casa.
"Posada Carriles entró instantes después, me vio, y se quedó imperturbable ante lo que veía. Mientras yo sangraba, ellos festejaban con licor la `hazaña' de la captura". ¿Mi hijo?, repite Brenda la pregunta, y baja los ojos para responder: "Muerto en mi vientre durante varios días".
IMAGEN IMBORRABLE
Marlene recuerda que un rato después de ver pasar a Brenda expulsando líquido, mientras los guardias se reían, la llevaron a ella al salón de interrogatorio.
"A la niña varias veces le pusieron la pistola en la cabeza y apretaban el gatillo para obligarme a hablar, trataban de quitármela, pero no lo lograron. Yo pienso hoy que es la desesperación de una madre de ver que le van a quitar a su hijo lo que hace que la mujer adquiera una fuerza tremenda.
"En ese momento Posada Carriles entra y veo que se pone las manos en la boca y le hace una seña al hombre que me estaba interrogando para que hiciera algo con el cigarrillo. Yo pensé que sería conmigo, pero no, quemaron a la niña."
LA VIDA
Brenda y Marlene expresan un agradecimiento infinito al actual vicepresidente de Venezuela, José Vicente Rangel, quien en aquel entonces pertenecía al Comité de Defensa de los Derechos Humanos y se interesó enseguida por el caso, una vez que la mamá de ella lo contactó.
Marlene recuerda que Rangel la abrazó cuando la vio, y después que le contó en las condiciones en que se encontraba Brenda, dijo que a las dos las tenía que ver un médico.
"Pidió que no nos sacaran esposadas de la DISIP, pero cuando entramos al carro, enseguida nos pusieron las esposas", dice Brenda. Una vez en el hospital de maternidad Concepción Palacios, los médicos la pasaron de inmediato al quirófano.
En el hospital estuvo unos tres días, hasta que regresó con Marlene al sótano de la DISIP de los Chaguaramos, donde permanecieron unos cinco meses, hasta que un tribunal militar dictaminó que no tenían responsabilidad.
Aun así, los años siguientes fueron también muy difíciles, "nos perseguían, nos buscaban constantemente, nos vigilaban..."
EPÍLOGO
Años después de perder a su compañero Ramón, quien fue uno de los fundadores del grupo Punto Cero, Brenda tuvo un hijo a quien crió, dice, con el mismo sentimiento antimperialista que ha marcado toda su vida, y desde 1982 trabaja con adolescentes con retardo mental.
Marlene volvió a casarse en 1990 y es licenciada en Enfermería desde 1983. Su hija Orlans, la pequeña torturada por órdenes de Posada Carriles, tiene 33 años y acaba de inscribirse en la Misión Sucre para estudiar la licenciatura en Derecho, junto a su madre y su tía.

 
Una aclaración necesaria: esta entrevista fue realizada en Caracas, la capital de Venezuela, en el 2006 y publicada en el periódico Granma en aquel momento.